viernes, 1 de octubre de 2010

Gracias, Reina Luna

Tarde de junio, México, D.F., compungido por la partida de mi señora madre al viaje sin regreso y problemas de apreciación ajenos respecto a mi persona aunados a un salario mermado por la crisis, con ganas de morir, subí a un microbús en Miguel de Cervantes Saavedra y Lago Meru, en la col. Ampliación Granada...

Me proponía llegar a Plaza Galerías para tratar de levantar mi ánimo con un platillo chino, o al menos irme para siempre después de haberme dado un gusto...

Pulsé el botón pidiendo la parada al llegar al destino deseado....

Señor, ¡señor!, su celular, se le olvidó. Me alcanzó a decir una persona desconocida entregándome un teléfono celular que nunca había visto en mi vida.

Inconscientemente, lo tomé a pesar de saber que no era mío, recordando que los dos celulares que involuntaria e inconscientemente olvidé en una zona del trabajo, no me fueron devueltos por la dama -identificada plenamente- que los encontró.

Yo voy a devolverlo... pensé. Quién sabe si otra persona pueda tomarlo para quedarse con él, y si yo puedo ayudar al dueño, lo haré, por algo Dios me puso en este camino.

Tomé el teléfono, lo envolví en varios pañuelos, y lo puse en el fondo de mi bolsillo izquierdo.

Tardé un poco para elegir menú, y comencé a comer, chupando de mis dedos -pensando en mi buena obra- la agridulce salsa de las costillas chinas...

¡Ringggg!, sonó el teléfono vibrando al mismo tiempo que me hizo vibrar y casi poner mis ojos en blanco, ubicado justamente en mi ingle izquierda, matándome de risa...

Entre limpiar mis manos y el intento de contestar, ya no escuché nada...

Después oí el mensaje: Oye, ya sé que tienes mi teléfono, puedes quedarte con él si quieres, sólo devuélveme el chip y la memoria...

Sí, ¡cómo no! -pensé. Y tu nieve, ¿de qué la quieres? Me pareció tan inocente la petición, que sumergí mi mente en tratar de imaginar a la persona. Y esa cuestión me hizo olvidar mis ganas de llorar, mi depresión tan honda, y me inyectó la luz de una ilusión, hecha una meta: Devolver el teléfono a esa persona buena que lo había perdido...

Y me encantó mirarla, mis ojos navegaron en la profundidad inmensa y deliciosa de los suyos, tranquilos, misteriosos, y al mismo tiempo acariciantes y exigentes.

Sentí una gota helada rodando en toda mi columna... escalofriante, pero muy rico (me asusta, pero me gusta)...

Le di mi e-mail, me dio el suyo, y ya no fue una gota, fué una bolsa completa de hielo en toda mi persona la que me estremeció...

Su correo: luna (el resto se omite para proteger su hermosa identidad)...

Mi signo: Cancer, Regido por la Luna... el encuentro: en fechas astrológicamente coincidentes con hallazgos míos relacionados con la luna...

Le escribí contándole los efectos de su presencia en mí, me respondió, y le seguí escribiendo, y ella me contestaba... hasta que un día, se retrasó su e-mail... y entonces me di cuenta la falta que me hacía y me sigue haciendo. Aunque me encanta todo cuanto sea de ella, no debo depender de ella ni hacerla dependiente de mí; creo que la libertad es un preciado bien irrenunciable.

No quiero molestarla, ni hacer que mi presencia o mis correos se sientan como acoso ni se le hagan necesarios como ella y sus correos se hicieron para mí...

Ella salvó mi vida, y me hizo un poco suyo, la extraño y nunca voy a olvidarla... Mi alma conserva completas su voz y su mirada, su figura, con ese halo tan propio de la luna, y su divina influencia sobre mí.

Mi fe, mis creencias se han visto renovadas, yo creo que fue mi Dios que enviando a un ángel suyo, me salvó, y me hizo saber que siempre, en medio de la nada, siempre hay algo que hacer por alguien o por algo. Sólo que pocas veces sabemos percibirlo.

Mil gracias, Reina Luna (divina y angelical eMiLie), no te imaginas cuánta felicidad me brindas cada que pienso en ti, bastó ese celular, tus actitudes, tus correos y algunas de tus palabras, para postergar mi depresión y ver la vida de otra forma. Y así desde tan lejos... imagina que soy el hombre de tus sueños, de tu vida, y desde esos sueños recibe muchos ricos y apapachados abrazos, y todos los besos que requieras para saberte y sentirte respetada, y muy amada. Cualquier cosa que pidas, y yo pueda entregarte, cuenta con ello SIEMPRE. Dios te bendiga siempre, Reina Luna.